- 28 de marzo de 2024 -
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Esa imperiosa necesidad.

2015-05-23 | Guillermina Estebanez

 Por Virginia Diaz.

Hay quienes afirman que existe una conexión entre nuestros pensamientos y las diferentes partes del cuerpo. De esta manera resulta posible encontrar la raíz de algunos padecimientos en nuestra forma de actuar o pensar. Teniendo en cuenta estas afirmaciones podemos decir por ejemplo que la garganta es considerada como un canal de expresión y que sentir dolor o una especie nudo en dicha parte del cuerpo es síntoma de que estamos siendo víctimas de una represión del enfado, o que experimentamos una incapacidad para expresarnos. Esta relación entre el malestar físico y nuestro actuar puede cobrar más sentido aún si lanzamos una rápida mirada sobre la historia de los seres humanos. Desde que los hombres comenzaron a socializar en cuevas y alrededor de un fuego después de una jornada de caza y recolección, hace miles de años, el hecho de contar una historia, de hablar se convirtió en una necesidad básica. Desde aquel entonces hasta la actualidad el hecho de hablar, de expresarnos se ha convertido en una imperiosa necesidad. Lo que no se dice, lo que se guarda, lo que se calla, mata, lastima enferma y envenena. No es casual que haya terapias basadas en la cura mediante la palabra. Lo que nos guardamos, lo que tratamos de dejar mudo en nuestro interior aflora de alguna manera, se convierte en síntoma y se hace escuchar. La garganta duele y el nudo oprime. No sería descabellado comparar la necesidad de hablar con la necesidad de alimentarse o defecar. En consecuencia podríamos afirmar que quien no habla, quien se calla sufre. Y que la gente que es reacia a contar sus historias, tiende a morirse más rápido o a dejarse morir como si estuvieran desnutridas o fueran víctimas de ciertos problemas renales. El silencio nunca es tal y la imperiosa necesidad de hablar siempre encuentra la forma de hacerse escuchar.

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