La vista de Villa Carlos Paz desde la montaña es increíble, y más si estás de vacaciones. A los tipos se les ocurrió hacer un asado. Mientras abrían el vil engaño del paquete inmenso de Lays y cortaban el queso y el salame, yo, acostado en la cama con el libro "Un Tal Lucas", observaba cómo Lucio estaba déle agite con el cartón para resucitar el fuego en el carbón húmedo y porfiado del mediodía.
Ahora que veo bien no era un cartón, era un plástico, mientras que Lucio elegía los trozos de carbón y sacaba músculos al convertirse en un ventilador humano.
Después probó con un tacho. Lo chantó arriba del intento de brazas, y le daba guacha nomas. Pese a comerse todas esas chispas y humo, era gentil; me cerraba la puerta de vidrio para que mi cabeza siga con olor a shampoo.
Al final, salió del asador con los brazos más grosos, che. Y claro, si estuvo como dos horas con ese abanico que parecía una paleta de ventilador vieja y pesada, tratando de hacer alguna llama.
Luego miré mis brazos de fideos, y noté que podría ser buena idea darle al abanico como hizo Lucio, pero viste que el humo cuando uno está bañado no es algo amigable. Y si, siempre encuentro alguna escusa para no hacer ejercicios.
