Estuve en todos lados. Conocí cómo viven en el lujo, dos o tres, y el resto, para nada afortunados, cobijaban sus rostros salados y agrietados en techos de chapa atada con alambre; que de tanto en tanto, algún viento hacía volar. Por eso puedo decir que yo he vivido bien.
En fin, de lo que quería hablar es del tema en cuestión. -Verá, señor verdulero. Espero que no piense tan fácilmente en que voy a comprar esos tomates tan caros, por la sencilla razón de que escasean, puesto que me la puedo arreglar con un atado de acelga y dos o tres calabazas.
¿Sabe qué? Voy a esperar que se le pudran esos tomates y después pasaré caminando y le haré seña por la ventana, le voy a mostrar el dedo más largo de mi mano derecha y a los otros los voy a esconder.