- 02 de mayo de 2024 -
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Tienda de sapos

2015-12-30 | Agustin Alarcon

Dicen que la ideas magníficas se desprenden del ocio, en esta ocasión se cumple esa máxima. Sentado en el patio, luego de las constantes precipitaciones, veía como saltaban aquellos sapos en su casa y comían todos los insectos; esos que a la noche pican. Entonces, la luz se hizo en esa mente que parecía estrecha y pálida.

Le surgió la idea de que la comercialización de sapos podría ser algo singular en su zona. Rápidamente, antes de que se le ocurra a otro, comenzó a recoger a esos animales gustosos de bichos, los puso en varias cajas y se sentó a pensar una estrategia para asegurar la viabilidad de su proyecto. El plan de negocios era bastante simple: juntar todos los sapos de los patios de los vecinos y luego visitar a ciudades limítrofes para venderlos. Le fue bien al principio. Estaba entusiasmado y, viste que cuando uno recién empieza la escoba barre bien. El precio era razonable: treinta pesos por sapos. 

《Este producto es altamente recomendable para fumigar su hogar de manera inmediata y saludable》era el discurso de venta que ofrecía Dario. Con respecto al argumento de venta, no estaba nada mal. La gente generalmente de estrato social elevado, se los compraba puesto que le interesaba que no haya cuestiones contaminantes, y tenían treinta pesos de más. Yo creo que se los compraban porque les causaba risa que un tipo le quiera enchufar un sapo por treinta pesos. 

La cosa mejoró cuando consultó a un especialista en publicidad. El Licenciado Marques, le sugirió que incurra en el segmento femenino con la idea de que cuando se sientan solas, el beso al sapo producía cierta explosión cósmica donde si o si, el clásico príncipe tarde o temprano llegaba.
 
En el manual de instrucciones del sapo, se aclaraba que aquella dama que desee el príncipe azul, antes de darle el buen beso al sapo, tenía que hacer seis meses de ejercicios físico diario, y tener un hábito saludable de alimentación por el mismo tiempo. Las tipas eran unas pinturitas cuando le chantaban el beso al sapo, entonces, después del acto, salían a la calle y a todos le llamaba la atención cómo habían cambiado en tan poco tiempo. Al fin, elegían al candidato adecuado y agradecían la acertada compra por mil quinientos dólares del sapo mágico. 
 
 

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