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Subo y bajo

2016-01-04 | Agustin Alarcon

Nadie puede negar que las cosas se recalientan. El celular ¡cuánto se recalienta! Mi vecino parece una pava hirviendo cuando mi perro deja sus regalitos en su vereda. Si, los mira y se recalienta. La Profe, cuando descubre que Jaimito no solo se llevó machetes sino tijeras para podar, se recontra recalienta.

Mi papá también lo hace cuando los albañiles lo despiertan a martillazos. Los tipos en el bar no pueden evitar recalentar, al ver pasar a la típica señorita que, sin culpa, hace girar las cabecitas de todos hacia su minifalda y escote. Yo no creo que a alguno se le ocurra recalentarse, pero resulta inevitable puesto que es inconsciente, es como una pulsión, que llena de sangre sin preguntar, lo hace así, de una. Por eso, uno no puede recalentarse con quien se recalienta, ya que aquél no elige hacerlo.

Si a Pacha no le salen los números que jugó en la quiniela, hay que dejarlo tranquilo. Explicarle que tiene que volver a intentarlo o dejar, no es bueno. Es preferible no hacerlo, ya que esa puede ser una buena excusa para recalentarse. No hablemos de las bromas que algunos hacen al ponerle mucha pimienta a la comida de amigos, porque ahí sí que se recalientan.

 
Contra el calor fogoso se impone el frío oscuro y cruel, y mortuorio. Esa ley permanece hasta que el problema surge: la mucama le cambió de lugar las zapatillas al señorito burgués de Pedro. Se pone furioso al buscar por todos lados su calzado, porque llega tarde a la reunión. Tiene que improvisar porque no hay forma de encontrarlas. Entonces se pone unos zapatos anticuados y cuando llega a la mesa larga y brillosa del consejo, todos se dan vuelta y discuten en voz baja, tapándose la boca. Y entonces se vuelve a recalentar (vale la redundancia) ya que ya se había enfriado en el camino a la reunión.
 
Toma un poco de agua con hielo y se pone tibio hasta enfriarse. Hay muchas incógnitas. Entonces yo te pregunto, Prima ¿cómo hacemos para enfriarnos cuando un tipo en su auto, siendo nosotros peatones, no nos deja cruzar la calle? Sé que una ducha es buena, de agua fría, porque si me confundo me recaliento hasta que emboco el grifo que dice "cold", aunque siempre siempre están mal ubicados, los malditos lo ponen en el caño que chupa el agua caliente.
 
Prima, ¿cómo puede ser que la humedad trepe por toda la casa? Esa es buena causa para recalentarse. Están los que piensan que recalentarse es producto de la aguja, que nos avisa que tenemos que revisar si hay agua en el tanque, porque recalentarse nos hace más tontos, reduce el coeficiente intelectual. Por eso, Prima, no te recalientes si la birome no escribe, dejá de chillar si no te prende el pantalón y aunque sea difícil, dejá por un segundo los bizcochitos a un lado, sos una termita, Prima. Vos sabes que la harina no engorda, vos engordas.
 
Pretender estar siempre fríos, sin ninguna recalentación, es ignorar que nuestra cualidad es el movimiento y la vuelta a la noche en ochenta estrellas, es decir, nuestra cualidad son las emociones. No podemos estar sin mutarnos unos con otros. Somos la otredad invertida junto con su contraste: nuestro inquieto Yo, que gira como un palo de amasar en la cama. Tenemos que comprobar todo esto de la otredad, Prima. Se me ocurre hacer un reto.
 
Si yo me enfrío mucho cuando me decís cosas que me enfurecen, como por ejemplo, que las servilletas no se ensucian cuando la pasas por tus labios llenos de turrón de quaker, sino que se embellecen con el color marrón y las masitas, entonces no podemos comprobar que estamos conectados y que todo es una alteración, un pulpo o muchos pulpos que se mueven. Pero de otro modo, si me recaliento, entonces sí lo comprobamos, porque vos sabes que aquí estamos bajo el régimen positivista, si no se comprueba la cosa no es válido ni valioso. Hay cosas que no podemos comprobar. Casi que no podemos comprobar que me atravesaron las palabras pintadas con liquid que leí en aquella garita, pero por lo menos podemos decir que me recalentaron y me enfriaron al mismo tiempo. Ya está entonces. Dejemos que el barro enfríe con la lluvia y se recaliente y se quiebre con el sol.
 
Y bueno, no importa Prima. No te enfades. Es así. No se puede compartir todo con todo el mundo. Están los amigos para leer escritos y otros para jugar al fútbol. No se puede leer poesías a los compañeros de fútbol. A ellos hay que tirarles centros y pases. Yo sé que tu papá hace una sonrisa por puro compromiso cuando te escucha leer las cosas que con todo amor escribís, sé que no le gustan. Pero entendé de una vez. Uno no puede disfrutar del arte si no se está preparado para hacerlo. Hay que tener el mismo nivel de complejidad que el otro para eso. Sino, uno no entiende nada y para que el otro no se enoje, falsea una risa o una felicitación. Aceptá, querida. Aceptá que el principio que rige cualquier civilización es la hipocresía. Si cualquiera hace lo que quiere sin medir consecuencias, no se puede sobrevivir en la jauría.
 
Las palmadas en la espalda se sabe que son poco genuinas, pero por algo están ahí, a mano. Está todo bien, Prima. Tranquila. Dá un paseo por el parque o leeme a mí, que algo me gusta. Pero cuidado, advierto que si es muy dulce tu tejido de palabras me puedo recalentar y luego ya no soy consciente de lo que hago. Y el tema de las costumbres, Prima, vos sabes como son. No podemos hacer nada que parezca raro. Vos me vas a tener que enfriar. Y enfriame rápido que te miro las piernas que se ondulan por tus músculos y ya estoy por recalentar.

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