Editorial
Por Agustín Alarcón
La argentina puede leerse como parodia grotesca que busca causar comicidad porque la perpetua inestabilidad la transforma en un país precarizado; nunca dejamos de ser gauchos. Antes éramos gauchos con facón, ahora somos gauchos con pesos moneda nacional.
La moneda argentina está en una licuadora y las cuchillas trituran el peso día a día, convirtiendo al país en picadillo.
¿Por qué seguimos siendo gauchos? Porque el Estado sigue perjudicando a los más débiles, es decir, a la mayoría de la población creando condiciones adversas; presión tributaria mas alta del mundo, flexibilidad legal que arruina empresas al someterlas a juicios laborales como en ningún país del mundo, gastos enormes del Estado en licencias en el sector público por doquier, inflación disparatada, deforestación, contaminación, etc.
La precariedad es alarmante por eso el argentino busca reír antes de llorar, porque el humor como una manera de pensar la realidad; una realidad que parece perpetuarse como lo hacen los dispositivos de poder (líderes sindicales, líderes políticos, líderes empresariales).
Sospecho que la argentina quizá hizo un pacto con el diablo; seguramente el diablo le dio los recursos naturales, los relieves y paisajes; a cambio, la argentina vendió su alma y el costo esta a la vista y es altísimo, como pasa normalmente cuando se negocia con este personaje literario.